Se trata de moléculas que han perdido un electrón, lo que las vuelve muy inestables (algo así como una silla que ha perdido una pata). Esto hace que tiendan a robar a otras moléculas el electrón que les falta. Al hacer esto, pueden alterar totalmente la función o estructura de dicha molécula. Por ejemplo, pueden alterar el material genético (ADN), hacer que las lipoproteínas de baja densidad (LDL), también llamadas colesterol malo, tengan más probabilidades de adherirse a las paredes de las arterias, contribuyendo a la aparición de aterosclerosis, o pueden alterar la membrana de una célula, cambiando el flujo de sustancias que entran y salen de ella.
Debido a este daño al ADN, los radicales libres pueden estar implicados en el cáncer. El envejecimiento puede estar también relacionado con los radicales libres, así como la enfermedad de Alzheimer y la pérdida de visión.
Los radicales libres proceden de fuentes muy diversas, como el humo del tabaco y otros tipos de humos, aunque la principal fuente de radicales libres es nuestro propio metabolismo, puesto que cada vez que tu cuerpo utiliza los alimentos para convertirlos en energía se crean radicales libres.
Las defensas contra los radicales libres
El cuerpo tiene defensas contra estas moléculas, en forma de enzimas que los neutralizan. Aún así, cierta cantidad de radicales libres pueden escapar a estas defensas. No obstante, existen otras sustancias que contribuyen a impedir los procesos oxidativos. Reciben el nombre de antioxidantes.
Los antioxidantes funcionan dando electrones a los radicales libres sin convertirse ellos mismos en sustancias dañinas para la salud.
Jeuesse presenta productos especialmente diseñados para actuar como antioxidantes y defendernos de los radicales libres. Vea en el catálogo de productos (Los antioxidantes protegen el cuerpo de la acción de los radicales libres, que son moléculas especialmente reactivas capaces de dañar el cuerpo mediante un proceso llamado oxidación.
Se trata de moléculas que han perdido un electrón, lo que las vuelve muy inestables (algo así como una silla que ha perdido una pata). Esto hace que tiendan a robar a otras moléculas el electrón que les falta. Al hacer esto, pueden alterar totalmente la función o estructura de dicha molécula. Por ejemplo, pueden alterar el material genético (ADN), hacer que las lipoproteínas de baja densidad (LDL), también llamadas colesterol malo, tengan más probabilidades de adherirse a las paredes de las arterias, contribuyendo a la aparición de aterosclerosis, o pueden alterar la membrana de una célula, cambiando el flujo de sustancias que entran y salen de ella.
Debido a este daño al ADN, los radicales libres pueden estar implicados en el cáncer. El envejecimiento puede estar también relacionado con los radicales libres, así como la enfermedad de Alzheimer y la pérdida de visión.
Los radicales libres proceden de fuentes muy diversas, como el humo del tabaco y otros tipos de humos, aunque la principal fuente de radicales libres es nuestro propio metabolismo, puesto que cada vez que tu cuerpo utiliza los alimentos para convertirlos en energía se crean radicales libres.
Las defensas contra los radicales libres
El cuerpo tiene defensas contra estas moléculas, en forma de enzimas que los neutralizan. Aún así, cierta cantidad de radicales libres pueden escapar a estas defensas. No obstante, existen otras sustancias que contribuyen a impedir los procesos oxidativos. Reciben el nombre de antioxidantes.
Los antioxidantes funcionan dando electrones a los radicales libres sin convertirse ellos mismos en sustancias dañinas para la salud.
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